CONSUMO EN ALZA, DEUDAS EN CRECIMIENTO: EL REBOTE ECONÓMICO SE APOYA EN EL CRÉDITO FAMILIAR

Aunque la economía muestra señales de reactivación, el verdadero motor detrás del repunte del consumo es el creciente endeudamiento de los hogares. Con salarios formales estancados y una informalidad que se expande, las familias recurren a préstamos y cuotas para sostener sus gastos. Así lo advierte el último informe del CESO, que también alerta sobre los riesgos de una recuperación que podría ser tan fugaz como insostenible.

En los barrios, las ferias y los supermercados, el consumo empieza a mostrar signos de recuperación. Las góndolas ya no lucen tan vacías como hace un año, y las colas en las casas de electrodomésticos se hacen visibles otra vez. Sin embargo, detrás de este aparente alivio hay una realidad menos festejable: el motor de esta recuperación es, cada vez más, el endeudamiento de las familias.

Así lo detalla el último informe del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO), que alerta sobre una economía que, si bien logra levantar cabeza tras un año dramático, lo hace a fuerza de créditos personales, préstamos prendarios e incluso hipotecas que resurgen como paliativos ante salarios que siguen corriendo detrás de los precios.

El contexto económico es tenso. Tras la reciente modificación del esquema cambiario, el dólar comenzó a moverse con más libertad, sumando un nuevo grado de incertidumbre a una economía ya convulsionada. Frente a esto, el gobierno optó por reforzar el ancla salarial: en otras palabras, contener los aumentos salariales como una forma de frenar la inflación. El resultado: salarios planchados, paritarias pisadas y una recuperación del poder adquisitivo que no llega.

Con los ingresos formales estancados, la administración nacional parece apostar a otros caminos para sostener el nivel de actividad. Uno de ellos es el sector informal, que gracias a menores restricciones impositivas, a la duplicación real de la Asignación Universal por Hijo y a una baja de la inflación, está mostrando signos de dinamismo. Pero el otro gran sostén, según el CESO, es el crédito.

“El endeudamiento viene a compensar la caída del consumo de los trabajadores registrados”, señala el informe. Y las cifras lo respaldan: los préstamos prendarios, personales e hipotecarios crecieron de manera notable, habilitando el acceso a bienes durables como electrodomésticos, vehículos y viviendas en un contexto donde los sueldos ya no alcanzan. Al mismo tiempo, indicadores como los patentamientos y las escrituraciones muestran un repunte que podría estar vinculado más a las cuotas que a la solvencia.

Este proceso, sin embargo, enciende luces amarillas. Una economía que se sostiene sobre el consumo financiado implica riesgos crecientes en términos de sostenibilidad. ¿Qué pasa cuando las familias ya no puedan tomar más crédito? ¿Qué ocurre si las tasas suben o si el dólar se dispara? ¿Y si la inflación no cede y los ingresos siguen detenidos?

El informe también advierte que la recuperación no es homogénea. Mientras algunos sectores informales experimentan mejoras, los trabajadores del sector público acumulan una pérdida de hasta 15 puntos porcentuales en su poder adquisitivo. En tanto, los salarios del sector privado registrado, tras una leve recuperación inicial, se encuentran ahora estancados.

En marzo, la actividad económica mostró un retroceso del 1,8% en términos desestacionalizados. Si bien podría atribuirse a la incertidumbre generada por el acuerdo con el FMI y la flexibilización parcial del cepo cambiario, el CESO advierte que podría ser la señal de un agotamiento del rebote económico. Si la tendencia continúa, “el ancla salarial puede terminar abortando la recuperación”, sintetiza el documento.

En definitiva, el crecimiento que se observa en el consumo es más frágil de lo que parece. Es una recuperación que se apoya en el crédito, no en la mejora de los ingresos. Y en una economía atravesada por la incertidumbre, endeudarse para consumir puede ser un atajo... o una trampa.