OPINIÓN: UN FUEGO QUE SE ALIMENTA CON DESIDIA, IMPERICIA E IDEOLOGÍA (POR CAROLINA ESTEBARENA)

Los incendios continúan apareciendo. No se terminaron de controlar los que pusieron al Delta del Paraná en primera plana durante semanas que estamos hablando de miles de hectáreas quemándose en Córdoba, y el fuego reapareció en el cielo de Rosario por nuevos focos en sus islas vecinas.

De hecho, en el reporte diario del Servicio Nacional del Manejo del Fuego (SNMF) correspondiente al 10 de septiembre hay 8 provincias con focos activos, existiendo además en progreso alertas que confirman una realidad inocultable: el Gobierno nacional tiene una incapacidad manifiesta para afrontar las recurrentes emergencias, sean éstas de origen antropogénico o consecuencia de la cada vez mayor frecuencia de fenómenos producto del cambio climático, como sequías y olas de calor. 
Hay mucho de qué preocuparse en lo que se refiere a la gestión de riesgos en general y más aún en materia de incendios. Así es como podría haber escrito algo similar luego de la dramática situación que vivió Corrientes en el verano, por citar un antecedente cercano tras los focos ígneos en numerosas provincias de Argentina que ya han sido extinguidos: el problema de la falta de prevención permanece sin solución y tan latente como el del control de los focos ígneos una vez producidos.
Esto fue motivo de inquietud en las charlas con legisladores de todos el país en ocasión de la segunda reunión de Comisión Federal de Cambio Climático -que tuvo lugar semanas atrás en Neuquén-, en las que supimos del drama en la provincia del Chaco por los focos a raíz de la fuerte sequía que azota la región, los  que acarrearon pérdidas en las cosechas de al menos $2.000 millones. Y en cuestión de perjuicios no debemos omitir que el fuego genera daños silenciosos a la salud de la gran cantidad de personas que habitan las zonas afectadas, derivados de la contaminación atmosférica, que puede “sospecharse”, si no se mide, al apreciar la densa y persistente nube de humo que durante días cubrió a innumerables poblaciones cercanas a los distintos incendios que padecimos en estos meses, para concentrarnos en la actualidad.
Sin embargo, esa suposición ha sido comprobada, por sólo mencionar un ejemplo, por estudios realizados por el Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario, la Universidad Tecnológica Nacional y una empresa privada, que dan cuenta que los actuales incendios en el Delta generaron en la Ciudad de Santa Fe una concentración de material particulado (PM, por su sigla en inglés) entre 6 y 9 veces mayor que el encontrado en el aire normalmente. Vale mencionar que el PM es  responsable de generar afecciones respiratorias hasta enfermedades de alto riesgo como el cáncer.
Este desmanejo del fuego es responsabilidad del gobierno multipolar de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, afirmación que respalda la historia reciente, obviamente no la historia a futuro, a la que tanto le gusta referirse a la vicepresidenta de la Nación en su silla de acusada por hechos de corrupción, como los de la Causa Vialidad.
¿Y qué dice esa historia reciente? En abril de 2008 –cuando el actual presidente era Jefe de Gabinete y la Vicepresidente, presidente de la Nación- se registró el episodio de contaminación del aire más grave de la historia argentina. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el norte de la provincia de Buenos Aires, parte de Santa Fe, Entre Ríos e incluso amplias regiones de la República Oriental del Uruguay estuvieron durante semanas cubiertas por una espantosa masa de humo que generó trastornos serios en la salud de muchos habitantes de las áreas mencionadas, con el agregado de cuantiosos accidentes viales por falta de visibilidad y –claro- un tremendo daño ecológico.
Más de 14 años después, la historia se repite. No podemos hablar de “casualidades” o de “situaciones excepcionales” ni nada por el estilo. Entonces y ahora, lo que se advierte de las autoridades responsables es la falta de planificación, sea por desidia, impericia, o ambas. La falta de interés por el cuidado de los ciudadanos y de su patrimonio ambiental es clara, habría que ver si hay capacidad, de la que se elige prescindir, porque claramente las decisiones de este gobierno están cruzadas por la ideología. Han desarmado la estructura que servía de sustento para una eficiente gestión integral de los riesgos.
Y hoy como entonces, casi una década y media después, otra vez en el poder, la reacción del gobierno K es echar culpas a otros. Al campo, a los productores agropecuarios, a “los que estuvieron antes”, a los que vendrán, a los que… a cualquiera. Cualquiera puede ser el responsable de las calamidades que desatan o que no pueden prever. Pero nunca son ellos. Su mayor expertise es en evadir responsabilidades y culpar, no precisamente en hallar soluciones ni mucho menos reconocer decisiones y acciones previas que han sido exitosas, ni mucho menos –a fuerza de ser reiterativa- si se trata de decisiones y acciones del gobierno anterior.
Así como en otras áreas en las que esta administración fracasa permanentemente –Energía, con la falta de gasoil; Economía, con el caos en la cotización del dólar; Política Social, con el oscuro manejo de los planes sociales; y un largo etcétera- en la gestión ambiental y la acción climática también se ven las consecuencias de un desconocimiento alarmante, para no insistir en el componente voluntario de rechazar un abordaje correcto, como el implementado por la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich en los años en que ejerció ese cargo. 
Cuando el Ing. Mauricio Macri era presidente, Bullrich abordó esta problemática tomando el toro por las astas, como es su estilo. Así, considerando la necesidad de un enfoque integral y de la coordinación de todos los recursos disponibles, decidió mover el SNMF de la cartera ambiental y ponerlo bajo su ala, en el marco del Sistema Nacional para la Gestión Integral del Riesgo (SINAGIR), con lo cual se aseguraba una reacción –y gestión- mucho más inmediata y efectiva de emergencias como las originadas por fuego. Incluso se habían comenzado a realizar quemas controladas de pastizales, preventivas de situaciones que –como las actuales- se salen de control. Para ello se trabajaba con el Servicio Meteorológico -previendo los escenarios climáticos- y se realizaban fuera de las épocas de sequía. Todo planificado, a diferencia de la ausencia de comando y desarticulación de fuerzas y recursos que reina desde que Fernández, Alberto o Cristina -da igual- entrara en funciones.
Sin otra vocación que la de arremeter contra todo lo que no sintiera como “propio”, el actual gobierno cometió un gran error al volver a poner el SNMF en el tan histórico como ineficaz lugar del Ministerio de Ambiente. Lo pavoroso es que medidas similares se adoptaron con otras áreas sumamente sensibles como la supresión de la Secretaría de Narcotráfico, lo cual abrió las puertas a un infierno como el que hoy vive la ciudad de Rosario a causa de las bandas narco. 
Los argentinos queremos que se termine el volver a empezar de nuevo constantemente. Hace décadas que vivimos el día de la marmota, aquella gran metáfora que nos dejó la película Hechizo del Tiempo…
Por favor, Sr. Presidente, vea qué hicieron sus ministros, los resultados, y fíjese si no es mejor volver atrás en la decisión de volar secretarías útiles, crear otras que no sirven más que para emplear militantes, y cambiar de lugar áreas que mostraron ser efectivas en un lado pero que por ideología, desidia ¿o saña? al asumir corrieron de sitio. Está a tiempo. Mire lo que pasa, y actúe en consecuencia. El relato tiene patas cortas.